LA FUGA DE VARENNES : PRIMERA PARTE
El diputado del Tercer Etát, Honoré Riqueti, Conde de Mirabeau, que fue Masón, y que pugnaba por una Monarquía Constitucional había comentado que en vista de la irracionalidad de los acelerados (los aristócratas traidores, la burguesía y la chusma sacerdotal utilizando como siempre la ignorancia y la frustración del pueblo, al que ponen siempre por delante) consideraba que la Familia Real no podría sobrevivir si se quedaba en territorio Francés. Sin embargo, hay afirmaciones de que el mismo Mirabeau, un día antes de su muerte en 1791, había aconsejado al Rey de no hacerlo pues intuyó que ya se preparaba para hacerlo.
El Rey era para entonces prácticamente un prisionero en el Palacio de los Azulejos (Tullerías), pues el 6 de octubre de 1789 los acelerados conspiradores habían mandado al Palacio de Versalles, poniendo por delante, como cobardes que eran, a un grupo de mujeres para presionar al Rey, para que firmara los documentos que ellos querían, Luis XVI, quien había sido educado para amar y respetar a su pueblo, en lugar de reaccionar con violencia para imponer su autoridad como lo hubiera hecho otro cualquiera, después de reflexionar por largas horas, aceptó firmar, pero, él no sabía que le exigirían más pues para los Acelerados como buenos tramposos, eso era solo parte del plan, ya que de nuevo manipularon al grupo de mujeres para exigir la salida del Rey y su Familia del Palacio de Versalles hacia París, llamando al Rey, a la Reina y al Delfín Luis Carlos “El Panadero, la Panadera y El Migajitas de Pan” respectivamente y los llevaron hasta el Palacio de las Tullerías (Palacio de los Azulejos). Este hecho fue celebrado como símbolo de la fuerza de las mujeres del pueblo.
Además de los abusos cada vez más osados de las Acelerados, había una excesiva vigilancia para toda la Familia Real, al grado de que el Conde de Provence, Luis Estanislao, al que se le llamaba Monsieur, como era la tradición, al hermano inmediatamente menor del Rey, quiso viajar a Luxemburgo, no se lo permitió la turbamulta, en otra ocasión las Mesdames Tantes (las tías del Rey) fueron arrestadas en las puertas de París. Y la constante zozobra de sufrir ataques por parte de la canalla azuzada, a la hora que se les antojara, llenaba de enorme preocupación a la Familia Real. Llega el momento en que el Rey decide trasladarse a su casa de campo en St. Cloud para buscar una mayor protección, el 18 de abril de 1791.
Ese día, la salida del Rey y su familia trató de llevarse a cabo del modo más discreto posible y con el pretexto de asistir a la Misa del Domingo de Ramos, pero al salir del Palacio de los Azulejos, su carroza fue detenida por la guardia nacional, el Marqués de Lafayette, se vió imposibilitado a hacer algo ante lo cual el Rey le dijo “no le queda más que reconocer que nosotros ya no somos libres”.
El Rey, hombre respetuoso y honorable, iba de caída en caída, y por lo que vemos, todas muy bien calculadas por la caterva de acelerados. Era fácil deducir que no iba a parar eso jamás, hasta su muerte. Todo esto super calculado por el ambicioso multi-asesino Robespierre que tenía dominados a los títeres diputados y éstos a su vez, a su burrito de siempre, el que nunca les falla: el pueblo.
No le sirvió de nada a Luis XVI ir a la Asamblea a poner su queja por el insulto de no dejarlo salir a St. Cloud sino que le dieron otro golpe más: obligarlo a sancionar la Constitución Civil del Clero, convirtiendo a la Iglesia en constitucional y aparecer junto con la Reina en la Misa del Día de Pascua como consagrando al Clero Constitucional, esto último fue cancelado por la amenaza de asesinato a todos los miembros de la Familia Real por una turbamulta de modo que los obispos y sacerdotes disidentes de la Asamblea serían los que decidirían donde iba a vivir el Rey. ¡Esto es repugnante! Ahhhh, pero muchos lo calificaron y lo siguen calificando como “traidor”. No cabe duda de que el fanatismo acaba con la razón.
LA VISPERA
Narración atribuida a Madame Royale/Duquesa d'Angouleme.-
“Todo el día del 20 de junio de 1791, mi padre y mi madre parecían muy ocupados y bastante agitados pero no sabía yo la razón. Después de la cena, nos enviaron a mi hermano (Luis Carlos) y a mí a otro salón y se encerraron solos con mi tía (Madame Elisabeth). Ahí me enteré, cuando se la comunicaron a mi tía, su intención de escapar. A las cinco, mi madre nos llevó a mi hermano y a mí, con una Madame de Maillé, su dama de honor y Madame de Soucy, sub-institutriz, a Tívoli, la casa del Sr. Boutin, en el extremo de la Chaussée d’Antin.
Mientras íbamos caminando hacia allá, mi madre me acercó a su lado y me dijo que no me alarmara, pasara lo que pasara, que no estaríamos separados por mucho tiempo y que pronto nos reuniríamos. Mi mente estaba confundida, no comprendía lo que ella me quería decir – me besó y luego me dijo, que si esas damas me preguntaban por qué estaba yo agitada, que les dijera que ella me había dado una reprimenda pero que ya habíamos hecho las paces. A las siete, llegamos a la casa y me retiré a mi propio apartamento muy melancólicamente, pues estaba sorprendida y no comprendía lo que me había dicho mi madre.
Me encontraba sola: mi madre había arreglado que Madame de Mackau fuera al Convento de la Visitación, adonde iba seguido, y ella había enviado al campo a una persona joven que era mi asistente habitual. No tenía yo mucho rato cuando llegó mi madre, ella quería que yo despidiera del salón a todos, bajo el pretexto de estar indispuesta y que se quedara solo una mujer conmigo. Cuando mi madre llegó nos encontró solas a las dos y le dijo a esta mujer que deberíamos de salir al instante y nos dijo como proceder. Ella le dijo a Madame Brunier (ese era el nombre de la mujer que estaba conmigo) de que ella ciertamente quería que nos acompañara, pero que si no quería dejar a su esposo, podía quedarse. La mujer respondió inmediatamente y sin dudas,’que mi madre hacía muy bien en escapar, que ella ya había soportado tanta desgracia por tanto tiempo y que por su padre, ella estaba dispuesta a dejar a su esposo y seguir a mi madre adonde fuera’. Mi madre estaba muy conmovida por esta expresión de afecto; entonces ella bajó a sus habitaciones para recibir a Monsieur (Luis Estanislao, futuro Luis XVIII) y Madame (esposa de Louis Estanislao), que habían llegado como siempre a cenar con mi padre. Monsieur estaba al tanto del viaje planeado, cuando él llegó a la casa, se fue a la cama como siempre pero se levantó de inmediato y salió con Monsieur D’Avaray, un joven caballero que lo había acompañado atravesando todas sus dificultades en su viaje, y que todavía está con el.
En cuanto a Madame, ella no sabía ni una palabra del viaje, fue sólo cuando ella estaba ya acostada que Madame Gourbillon, que era su lectora, llegó y le dijo que era requerida por la Reina y Monsieur para ayudarla a escapar de Francia.
Monsieur y Madame se encontraron en un puesto en el camino; pero se cuidaron de hacer como que no se conocían y llegaron sanos y salvos a Bruselas.
A mi hermano (Luis Carlos) lo despertaron mi madre y Madame Tourzel, lo llevaron al apartamento de mi madre, adonde yo también fui, ahí encontramos a un solo guardaespaldas, llamado Monsieur de Malden, que nos iba a ayudar en la salida. Mi madre entró y salió varias veces para vernos. Vistieron a mi hermano como niña: se veía hermoso, pero tenía tanto sueño que no se podía tener en pie y no sabía nada de lo que pasaba. Le pregunté a él qué pensaba que íbamos a hacer nosotros, el respondió “Creo que vamos a representar alguna obra porque tenemos estos vestidos tan raros”.
A las diez media, cuando todos estuvimos listos, mi madre nos condujo, ella misma, hasta el carruaje en la mitad del patio, exponiéndose grandemente. Madame de Tourzel, mi hermano y yo subimos al carruaje, el Conde von Fersen, era el cochero. Para engañar a todo aquel que nos siguiera, transitamos por varias calles para regresar al Pequeño Carrousel, que está cerca de los Azulejos (Tullerías). Mi hermano iba profundamente dormido en el piso del carruaje, bajo las faldas de Madame de Tourzel. Vimos pasar a M. De Lafayette. Ahí nos quedamos esperando hasta las cuatro, ignorantes de lo que pasaba, ¡Nunca nos pareció el tiempo tan tedioso!
Madame de Tourzel viajaría con el nombre de la Baronesa de Korff: mi hermano y yo éramos sus hijas, Amelia (Luis Carlos) –dicen que cuando le dijeron su nombre de Amelie, Luis Carlos estalló en llanto porque no quería ser niña- y Aglaë, mi madre sería Madame Rocher, nuestra institutriz, mi tía una compañera llamada Rosalie, y mi padre sería nuestro valet de cámara, con el nombre de Durand.
Finalmente, después de esperar largo tiempo, ví a una mujer rondando el carruaje. Tuve miedo de que nos descubrieran pero sentí alivio cuando vi a nuestro cochero abrir la puerta y esa mujer era mi tía (Madame Elisabeth) ella había escapado sola con uno de sus asistentes. Al entrar al carruaje, tropezó con mi hermano que estaba acostado en el piso y él tuvo el valor de aguantarse el dolor y no llorar.
Mi tía nos dijo que todo estaba en silencio, y que mi padre y mi madre llegarían pronto. Mi padre, por supuesto, llegó casi enseguida y luego mi madre, con uno de los guardaespaldas que nos iba a acompañar.
Luego procedimos y llegamos a la barrera sin ninguna novedad, ahí se nos había preparado un carruaje de viaje pero el Conde von Fersen no sabía dónde estaba, de modo que nos vimos obligados a esperar mucho tiempo, y hasta mi padre tuvo que salir a buscarlo, lo que nos alarmó mucho, por fin el Conde von Fersen encontró el otro carruaje y entramos a él. El Sr. Fersen se despidió de mi padre y él tomó su vía de escape.
[Aquí hay otros recuentos de que el Conde Axel von Fersen quería continuar acompañándolos todo el camino pero fue el mismo Rey, quien le pidió (casi le exigió) a von Fersen dejarlos. Esto pudo haber contribuido a la cadena de fatales errores que hicieron fracasar este escape].
Los tres caballeros del cuerpo de guardaespaldas eran los señores de Malden, de Moustier y Valori: el último actuaba como correo, los otros dos como sirvientes, uno a caballo y el otro al frente del carruaje. También llevaban nombres falsos, el primero St. John, el segundo Melchior y el último, Francis. Las dos mujeres que esperaban y que habían salido mucho antes que nosotros, se nos reunieron en Bondy, en un pequeño carruaje y todos continuamos nuestro viaje, el alba comenzaba a despuntar...
Junio 20, 1791.
Durante la mañana no ocurrió nada fuera de lo normal excepto que aproximadamente a cien leguas de París, vimos a un hombre a caballo que parecía seguir el carruaje, en Etoges, pensamos que nos conocieron. A las cuatro pasamos por Chalons-sur-Marne, una ciudad grande, donde sí fuimos conocidos. Varias personas dieron las gracias a Dios por el placer de ver al Rey y expresaron su preocupación por su escape.
En el próximo puesto hacia Chalons, encontramos alguna caballería que escoltarían el carruaje hasta Montmedi pero cuando llegamos, no encontramos a nadie. Esperamos a que llegaran tropas hasta las ocho.
Al cerrar el día pasamos por Clermont, ahí, sí había tropas, pero el poblado estaba en un estado de conmoción, pues no permitían que la caballería marchara. Un oficial reconoció a mi padre y al acercarse al carruaje, le susurró que había sido traicionado. También aquí vimos al Sr. Charles de Damas, pero él no pudo hacer nada por nosotros.
Sin embargo, continuamos nuestro viaje, nadie llegaba y sin importar nuestra agitación y ansiedad, todos en el carruaje nos quedamos dormidos. Nos despertó una espantosa sacudida, y en el mismo momento llegaron a decirnos que no sabían qué había sido el correo que precedía el carruaje, por nuestro terror, creímos que nos habían descubierto y apresado. Ahora estábamos a la entrada del poblado de Varennes, que tenía cuando mucho unas cien casas, en este lugar no había un puesto regular, y los viajeros generalmente recibían los caballos de repuesto del próximo puesto. Ellos habían tomado esta precaución para nosotros pero desafortunadamente a los caballos los habían puesto cerca del castillo, al otro lado del río y al otro extremo del poblado, y nadie de los que iban con nosotros sabían donde encontrarlos.
Por fin regresó nuestro correo, trayendo un hombre consigo, quien creía que era, en secreto, supongo, espía de Lafayette, llegó a la puerta de nuestro carruaje llevando bata y gorro de dormir. Casi se lanza dentro del carruaje y nos dijo que tenía un gran secreto pero que no lo diría. Madame de Tourzel le preguntó si conocía a Madame de Korff, el respondió: ¡No! Y desde ese momento no volvimos a saber de él.
Después de muchos problemas, los postillones se dieron cuenta de que los caballos estaban en el castillo y fueron hacia allá pero lentamente. Cuando entramos al poblado, escuchamos unos gritos alarmantes de ¡Alto! ¡Alto! Los postillones fueron prendidos y en un momento el carruaje fue rodeado por una muchedumbre, algunos con armas y algunos con luces. Nos preguntaron quienes éramos, respondimos que Madame de Korff con su familia. Echaron luz hacia dentro del carruaje, cerca de la cara de mi padre e insistieron en alumbrarnos, respondimos que no, que éramos unos viajeros comunes y que teníamos derecho a continuar, repitieron sus ordenes de alumbrarnos bajo pena de muerte y en ese momento todas sus armas fueron dirigidas al carruaje. Fuimos alumbrados de nuevo y al cruzar la calle, seis dragones montados nos pasaron pero desafortunadamente no había ningún oficial con ellos, si hubiera estado, seis hombres resueltos los habrían intimidado a todos y hubieran salvado al Rey.
-Continuaremos-
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Nota:
Si no tienen nada que hacer este fin de semana u otro día, les recomiendo muchísimo que renten el DVD del film “La Nuit de Varennes”, dirigido por el magistral director Italiano, Ettore Scola, el libreto de Catherine Rihoit, es una historia ficticia que narra el viaje de un ya anciano y decadente Casanova (Marcello Mastroianni), en un carruaje acompañado por el Irlandés Thomas Paine (Harvey Kaitel), Restif de la Bretonne (Jean-Louis Barrault) y la Condesa Sophie de la Borde (Hanna Schygulla), que viajan por la misma ruta por la que va escapando el Rey para converger, al mismo tiempo, en Varennes. Es un libreto de una calidad excepcional llevado a la pantalla de modo excepcional, nada aburrido, así como tiene momentos hilarantes y cómicos también tiene unos diálogos profundamente penetrantes que nos pintan la situación, una escena es cuando nuestro Sol Robado está dormido tiernamente en la tienda donde fueron confinados los Reyes al ser detenidos en Varennes. La última escena es sencillamente i-m-p-a-c-t-a-n-t-e e inolvidable. Igual que uno de los comentarios de la Condesa cuando dice: “Tengo miedo de lo que pueda suceder”.-
Etiquetas: acelerados, delfín, enigma temple, fuga, luis xvi, varennes
2 Comentarios:
Gracias por este valioso material. No sabes cuánto me han ayudado en la búsquea de respaldo bibliográfico.
Jean De Mêge
Gracias por el valioso aporte de tu blog. No sabes cuánto me han servido en la búsqueda de respaldo bibliográfico en las notas de mi blog. Te agradezco enormemente tu gran capacidad y talento en el rescate histórico.
Jean De Mêge
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