PROCLAMACION DEL REY LUIS XVII

Enero 21 de 1793.-

Al temido y espantoso momento en que se escuchan los cañonazos que marcan la decapitación del Rey más virtuoso de Francia, Luis XVI, la Familia Real, confinada en el Temple, con el corazón contrito, es presa de enorme dolor, angustia y una gran desesperanza. Desaparece no sólo el esposo, el hermano y el padre. Desaparece la autoridad y el orden establecidos y respetados por siglos, desaparece una forma de vida, desaparecen las bases de toda una civilización.- Es destruido un mundo.
Sin embargo, ajustándose a las normas de sus ancestros, justamente, a las 10:30 horas del lunes 21 de enero de 1793, con el Sol en 1 grado en Acuario, quinto día de Luna Menguante que transitaba por Tauro, la Familia Real, encabezada ahora por la ya viuda Reina María Antonieta, cumplen con los ritos y cánones establecidos y llevan a cabo la ceremonia de homenaje y reconocimiento como el legítimo e indiscutible sucesor de su padre, soberano de Francia y Navarra, a Luis Carlos, con el título de REY LUIS XVII.
Desde ese momento, el trato para Luis Carlos fue exactamente el de un Rey, con el respeto y deferencia que por siglos se había hecho no sólo con los Reyes adultos sino con los Reyes niños que han sido varios en diferentes épocas en ese país y otros más.
A su vez, al enterarse de la triste noticia, y con el gran dolor que les representaba a los hermanos del Rey Luis XVI; el Conde de Provenza y Monsieur, Luis Estanislao (futuro Luis XVIII), el Conde de Artois, Carlos Felipe (futuro Carlos X) – el menor de todos – y parientes en las demás Casas Reales, desde el exilio, el Conde de Provenza proclamó a Luis Carlos como Luis XVII.
En esa aciaga fecha, el niño contaba únicamente con 7 años de edad, 9 meses y 25 días.- Luis Carlos estaba plenamente consciente de su nuevo rango, después de todo, para eso estaba siendo educado.
Este solo y único detalle fue el que derribó las falsas pretensiones de los muchos aventureros y estafadores que se atrevieron no sólo a presentarse y a afirmar que ellos (cada uno en su momento) eran el “Delfín Perdido” sino también a demandar penalmente a Madame Royale por negarse a “reconocerlos” como tales y exigiendo la “restitución de sus derechos y patrimonio”. Pero, al pedirles que narraran con detalle lo que había sucedido en una celda de la prisión del Temple, el día y en los momentos posteriores a la hora de la ejecución de Luis XVI, ninguno de ellos pudo responder.
A pesar de que los Acelerados habían abolido la monarquía, Luis Carlos, hijo de Luis XVI, bisnieto de Luis XV y tataranieto del Gran Rey Sol, Luis XIV, se convertía para los monarquistas y todas las potencias extranjeras, entre ellos los Estados Unidos, en el Chef de la Maison de France (que a partir 1768 es la Maison de Borbón).
También se convirtió en el símbolo e inspiración del movimiento contra-revolucionario que surgió en la región de La Vendée principalmente y en otras ciudades de Francia.
Aquí comenzaba la siguiente etapa del vía crucis de este Rey, un inocente niño cuya corona sería de espinas. Un prisionero, un mártir, una víctima.
Tengamos presente que no fue Luis Carlos el único niño victimado por la violencia y el odio de esa caterva, no podemos olvidar ni por un momento, los miles y miles de niños sacrificados con una saña inexplicable, unas muertes espantosas, unas torturas de una crueldad extrema, al igual que los no natos arrancados del vientre de sus madres por enardecidos “revolucionarios” en ciudades y poblados rurales, sólo por ser hijos de los Franceses que peleaban por el regreso al orden y al mundo que ellos querían conservar.
En su magistral novela de “Los Miserables”, el gran escritor Víctor Hugo se plantea y nos plantea esta situación, al preguntarse porqué habremos de lamentar mucho más el sacrificio de Luis XVII si también hubo niños sacrificados por el gobierno, como el sobrino del bandido “Cartouche”, al que colgaron de los brazos públicamente por varios días y noches advirtiendo que el niño sería liberado sólo hasta que el delincuente se entregara, no haciéndolo este último y muriendo el niño de esa manera.
Estos dos niños, fueron inocentes víctimas del abuso y el egoísmo de los mayores.
Sin embargo, no podemos comparar, y no por razones de rango o status social, si no por estos dos detalles que no son para nada insignificantes:
El destino del sobrino del bandido, aún cuando fue injusto pues no merecía ese cruel castigo, estaba abierta la posibilidad, tal vez una sola, pero posibilidad abierta al fin, de ser cambiado si su tío se entregaba, aquí fue el delincuente el que selló la suerte de ese inocente.
En cambio a Luis Carlos le fue negada toda oportunidad. El no tuvo opción y a pesar de las peticiones de potencias extranjeras, de las monarquías Europeas y demás para obtener su rescate, los Acelerados no le dieron la mínima oportunidad al tiempo que lo martirizaron casi por tres años y le asesinaron a sus padres y tía paterna.

No olvidemos que Luis Carlos era el símbolo de la Monarquía, de la Religión Católica, de los Principios y Valores, del Orden, era Francia, en resumen: era la figura del Padre, que tanto odiaron los acelerados. Esa es la enorme diferencia.

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