LAS MASACRES DE SEPTIEMBRE DE 1792.

“Todo lo que se necesita para que el mal triunfe es que los hombres de bien no hagan nada”.- Frase acuñada por el político teórico, autor, orador y hombre de estado, Irlandés y Católico, Edmund Burke, al conocer la violencia y el sadismo de estas masacres contra personas (ancianos, hombres, mujeres y niños) indefensas por una minoría salvaje y malvada y que fueron presenciadas SIN HACER NADA por la mayoría de los ciudadanos Franceses.- A propósito, Edmund Burke quien fue profusamente criticado y llamado "reaccionario" y "enemigo de la democracia" al publicar su ensayo “Reflexiones sobre la Revolución en Francia” (Noviembre de 1790)y otros escritos estudiando ese fenómeno político-social, al que calificó, acertadamente, de ser una rebelión contra la tradición y la justa autoridad dando así un pronóstico exacto del desastroso final que tendría esa salvajada, aceptando más tarde sus detractores que él tenía toda la razón.
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Aquí estamos recordando, hoy, este espantoso capítulo, uno de los muchísimos que viviría la otrora grande Francia.
A menos de un mes de haber hecho prisionera a la familia Real en el edificio del Temple, junto con sus más fieles servidores, los Acelerados comenzaron el martirio lento y pesado del Rey y su familia.- Con insultos de gesto y posturas, abusando de su calidad de “guardias” los hombres de baja ralea gozaron infinitamente. La crueldad nace de la cobardía, de eso no hay duda.- El consuelo de Luis XVI y los suyos era que al caminar, cuando se les permitía, por el jardín, muchas personas que pasaban les demostraban su apoyo y cariño, aunque sólo con gestos del rostro y manos.- Igual que varios guardias, que silenciosamente lloraban al verlos pasar pues no podían arriesgarse a perder la vida, rindiéndoles homenaje.
Una de las poquísimas ocasiones en que la Reina perdió la paciencia fue cuando uno de esos barbajanes, con órdenes por supuesto, sacudió violentamente a Luis Carlos que dormía plácidamente, despertándolo solo para preguntarle “si estaba bien”.- Estas molestias se repetían con la Reina, el Rey, Madame Elisabeth y Madame Royale, y el mismo Luis XVII, durante toda la noche, los despertaban cada media hora, llamándolos hasta que contestaban sólo para preguntar “si estaban bien” o “si eran ellos”.
A los días, varios de sus servidores fueron transferidos del Temple a la prisión de La Force, entre ellos Madame Tourzel (institutriz de Luis Carlos) y la amiga más cercana de la Reina, la delicada Princesa de Lamballe, cuyo nombre completo era Marie Louise de Saboya-Carignan.
Ellas se hicieron amigas casi desde que María Antonieta hiciera su arribo a Francia. Ya no se separaron y se tenían mucho afecto, como hermanas. - Tanto que al ser descubierta la Familia Real y ser arrestada por el intento de fuga en Varennes, habiendo la Princesa Lamballe huir a Inglaterra, prefirió volver y correr la misma suerte que su querida amiga.
Días antes la Princesa fue presentada ante el Tribunal Revolucionario y ahí se le ordenó que prestara juramento en contra de la Monarquía y firmara acusaciones de traición en contra de la Reina y muchos otros horrores más, ante lo que ella se negó rotundamente con enérgicas protestas de “Jamais, jamais!”.
El “moderado” acelerado, Georges Danton, - de un físico impresionantemente horroroso- primer presidente del Comité de Seguridad Pública, ya tenía orquestada su infamia. Cuando estaba en su celda en la prisión de La Force, la Princesa Lamballe estaba pidiendo una extensión de 24 horas de su condena, cuando una turbamulta enardecida, compuesta de hombres y mujeres, todos armados con espadas, cuchillos, lanzas y todo tipo de armas blancas y contundentes, irrumpieron por la fuerza en su celda y ahí, sin piedad alguna, primero le cortaron de un tajo sus muslos, la atacaron a martillazos, de un tajo le abrieron el vientre y le sacaron sus intestinos, la violaron repetidamente, la cortaron en pedazos, le cortaron su cabeza y le arrancaron el corazón.
De ahí, la turbamulta, refinada en crueldad, hizo maquillar su cara y peinar sus cabellos (su cabellera era considerada como la “más hermosa del mundo”) y en procesión, arrastrando sus restos, desfilaron por las principales calles de París.
Su destino: El Temple.- Iban entusiastas y embriagados de maldad extrema a mostrarle la cabeza de su amiga a la Reina María Antonieta.
Antes al pasar por un café se les pidió a los clientes que ahí estaban que brindaran por el asesinato de la Princesa, a lo que accedieron los parroquianos.
Después, la chusma hizo una escala en el Palais Royal, donde vivía el Duque de Orleáns, (Philippe Egalité-Felipe Igualdad) y él al ver la cabeza de la Princesa no mostró ninguna emoción y continuó atendiendo a sus invitados.- Ella era cuñada de él.- No se sabe si la chusma fue a asustarlo o a rendirle homenaje. Recordemos que el Duque de Orleáns era enemigo jurado del Rey Luis XVI, su primo. Además, era entusiasta revolucionario.
En el Temple el Rey y su familia habían terminado de comer, eran cerca de las 3 de la tarde y se aprestaba, el Rey a jugar con la Reina, el juego de mesa conocido como “Ninepin” ya que era el único modo de poder conversar quedamente sin que escucharan los carceleros, que los acompañaban las 24 horas del día, y se sentaban, sin pedir permiso, entre ellos a la hora de las comidas para que no hablaran sin ser oídos.
De pronto, escucharon los gritos de la turbamulta y los tambores, se llenaron de preocupación, y uno de los guardias ahí con ellos los animaba a asomarse, pero uno, todavía guardaba decencia, le pidió al Rey, que no se asomara a la ventana y hasta la cerró y corrió las cortinas. En eso llega un joven oficial y al preguntarle el Rey, qué sucedía, le respondió con mucha alegría: “Ya han de saber que es la cabeza de la Princesa de Lamballe que le vienen a mostrar a la Reina!”.- Al escuchar esto, la Reina, llena de horror, se desmayó. Fue una de las pocas veces en que ella perdió el valor.- Igual toda la familia se horrorizó al escuchar esto.
En otro piso comían varios servidores, entre ellos, una mujer, la señora Tison que alcanzó a ver la cabeza ensartada en una lanza y dio un grito de terror. Los patanes y patanas creyeron que había sido la Reina y festejaron con risotadas y lanzando insultos a la Reina, pidiéndole que le diera “un beso de despedida” a su amiga querida.
Uno de los “valientes” revolucionarios de la chusma, hizo que le cocinaran el corazón de la Princesa en mantequilla y se lo comió. Otro se puso el vello púbico de la Princesa sobre los labios a modo de bigote.
De ahí, comenzaron las conocidas como masacres de Septiembre, como decíamos arriba, orquestadas por el “moderado” Danton। (Que pagaría estos crímenes él mismo al ser enviado a la guillotina un año y siete meses después por su adorado amigo Robespierre).
La turbamulta se fué sobre los sacerdotes que iban prisioneros, encadenados y sin poderse defender y a sangre fría los despedazaron y decapitaron, dando rienda suelta a las acciones demoníacas que fueron el sello distintivo de esa salvajada conocida como revolución.
Igual se lanzaron sobre todas las prisiones y NO LIBERARON A UN SOLO PRESO, como nos quieren hacer creer sus fanáticos, si no que a TODOS LOS PRISIONEROS, del tipo que fueran (delincuentes condenados, militares, prostitutas) incluyendo niños menores, los pasaron a cuchillo, los decapitaron y arrastraron sus restos por todas las calles de París. Esta orgía de sangre se convirtió en el pan de cada día.
Pero en 1792 esto apenas comenzaba a mostrar el verdadero rostro del grupo que proclamaba la “Liberté, Egalité e Fraternité".

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