PRIMER ASALTO AL PALACIO DE LAS TULLERIAS - JUNIO 20, 1792
Centuria IX – Cuartilla 34 (Nostradamus)
Francés:
Le part solus, Mary sera mitré
Retour: conflict passera sur le thuille
Par cinq cents: un trhyr sera tittré
Narbon: et Saulce par contaux avons d’huille
Español:
Al esposo solo afligido le pondrán la mitra a su regreso.
Un conflicto sucederá en los Azulejos a cause de quinientos hombres
Un traidor será llamado –Narbon y (el otro) Saulce, aceitero abuelo,
lo entregará a la soldadesca.
Explicación: Esta Cuartilla abarca el primer asalto de la chusma al Palacio de los Azulejos (Tullerías) y La Noche de Varennes.
El Rey Luis XVI solo, sin su esposa, sufrirá la desgracia de ser coronado con el gorro rojo dela Libertad, llamado gorro Frigio o mitra, por ser el tipo de gorro que usaban los sacerdotes de Mitras. Los quinientos Marselleses que encabezaron el ataque al Palacio de las Tullerías (Azulejos), - palacio cuya construcción comenzó Catalina de Médici en 1564) en el lugar de una fábrica de azulejos, y que no existía cuando Nostradamus escribió esta cuartilla en 1555. El Conde de Narbona, Ministro de la Guerra, pertenecía a la nobleza y Saulce, padre, hijo y nieto, eran fabricantes de velas y abarroteros, o aceiteros, de Varennes. El padre fue Procurador Síndico de esa comuna. Estos aceiteros lo traicionaron entregándolo al populacho y fue arrestado. Estos pillos son representantes de los traidores de las dos clases: nobleza y burguesa rindiéndole tributo de forma cobarde a la clase proletaria.
Madame Campan relató que sus Majestades fueron llevados a la tienda de abarrotes del Alcalde de Varennes, Saulce, y pudo haber salvado al Rey, La Reina estuvo sentada en la tienda entre dos grandes bultos de velas y conversó con Madame Saulce.
ASALTO
Antecedente
El Palacio que había sido descuidado por muchísimos años, no estaba preparado para la altura de sus nuevos ocupantes: puertas caídas, el mobiliario viejo y empolvado, no había luces.
Una frase que lo compendia todo, la pronunció el pequeño Delfín Luis Carlos:
¡Oh,maman, comme tout est laid ici! = ¡Ay, mama que feo esta todo aquí!
Este “cambio de domicilio” fue causado por las manipulaciones de los conspiradores revolucionarios que tenían muy bien urdido su plan y sabían que el Rey Luis XVI, de una personalidad benevolente y respetuosa no se atrevía a tratar mal a nadie. Esto lo aprovecharon muy bien esos patanes. Y manipulando al pueblo sacaron al Rey y a su familia de Versalles para obligarlo a ir a París e instalarse en el Palacio de los Azulejos.
Ahora nos transportamos hasta el año de 1792:
Durante toda su estancia en este lugar, ya abiertamente prisioneros a partir del año 1791, después de haber sido detenidos en el tristemente célebre episodio conocido como “La Fuga de Varennes” o “La Noche de Varennes”, el pueblo en general mostraba amor y admiración por la Reina María Antonieta. Todo lo echaban a perder los conspiradores y los periodistas pasquineros que estaban, todos juntos, en el complot y los grupos que comandaban pagándoles unos centavos para alterar el orden y enardecer a los débiles de mente y de corazón provocándoles ira contra sus gobernantes legítimos.
Muchas personas iban al Palacio a ver a la Reina. En una ocasión el pequeño Luis Carlos de sólo 6 años, escuchó decir sobre alguien, la frase “Es afortunada como una reina”, a lo que el Delfín respondió de inmediato: “No debe decir eso, mi mamá llora todo el tiempo”.
Una muestra del rendido cariño que Luis Carlos sentía por María Antonieta se dió en una ocasión en que la Reina, se quejó de que Luis Carlos, con cinco años apenas, no sabía leer y como él la adoraba, se comprometió a empeñarse mucho más. Por lo que Luis Carlos le dijo a su maestro: Tengo que saber leer para el primero del año, porque se lo prometí a mamá.” Pero sólo quedaba un mes para esa fecha. Insistiendo Luis Carlos: “Deme, se lo ruego, mi buen abad, dos lecciones por día, me aplicaré mucho”. Y en la fecha fijada, el pequeño Delfín de cinco años entra a la habitación de su madre con un enorme libro bajo el brazo: “Querida mamá, aquí me tienes, ¡Ya sé leer!”
Mientras tanto se desarrollaban los acontecimientos políticos cada vez más embrollados para el Rey Luis XVI que creyó conveniente retirar a sus ministros de la facción Girondina, Servan, Roland, Clavieres, pues no estaba de acuerdo en firmar unos decretos y esto fue otro pretexto para causar agitación entre la población. El cervecero Santerre, un tal Legendre y Chabot, se oponen al Rey y quieren obligarlo a llamar de nuevo a esos ministros y a que sancione los decretos que ellos quieren imponer. Eran dos: uno contra los Emigrados, (los aristócratas que a tiempo habían huido de Francia ante el peligro de la revolución y se organizaban en el extranjero para atacarlos y recuperar el país) y otro contra los sacerdotes no jurados, es decir, contra los que no quisieron someterse a la constitución civil del clero, decretos que si el Rey Luis XVI sancionaba conforme a derecho el reconocía a la Asamblea constituyente, que se había opuesto a su veto.
Se utilizó el pretexto para meter a los “patriotas” a las Tullerías dizque para conmemorar el aniversario del Juramento de la Cancha de Tenis y para plantar en la terraza del Palacio, un árbol de la libertad. Como lo dijo un orador en la Asamblea nacional : “Ha llegado el día de la cólera del pueblo”.
El 20 de junio desde el amanecer, frente a la Asamblea nacional se formó una gran masa (dominaba la farsa). La masa crecía a cada momento. Estaban las tejedoras, guardias nacionales, mucha gente sin oficio, un “batallón de mujeres”, con sables, espadas, pistolas, después “doscientos centenarios inválidos” El “bosque ambulante de las picas” donde un pantalón era llevado como estandarte, o los clamores disonantes tenían lugar .
Todos son arengados por los diputados de la Asamblea que con discursos incendiarios hablan del amor a la patria, la autoridad de la Asamblea nacional (los Acelerados) y que deben de defenderlas reprimiendo el crimen de los “conspiradores” (¡Fíjense, nada más, ahora resulta!).
La chusma grita que ellos mismos serán los que repriman a los conspiradores y que se pondrán en marcha con rumbo al palacio.
A las 4 de la tarde, la familia Real estaba reunida. Un clamor confuso, similar al de un océano enfurecido se escucha a lo lejos y va creciendo. El palacio es invadido por la chusma que vocifera: “¡Muerte! ¡Muerte!”
Las rejas del palacio no estaban cerradas (curioso, no?). Los asaltantes logran llegar al interior, tumbando a golpes de hacha las puertas que estaban cerradas. Al encontrarse ante la presencia del Rey, los “valientes” comienzan a insultarlo. El Rey Luis XVI conserva la calma. En estas circunstancias, su naturaleza plácida, un poco indolente, le da una fuerza de resistencia que lo eleva a la dignidad. Ante la injuria. “Se le dijeron muchos insultos” dijo el diputado Jacobino Michel Azéma. La turbamulta le exigía:
“¡Restituya a los ministros!”... ¡Sancione los decretos!... Nada de veto, mi gordo Veto!..”
El Rey respondió con calma y no sin autoridad.
“No es el momento de decidir estas serias medidas; se requiere reflexión, algunos consejos. Como ustedes, yo tengo un corazón patriota, amo a mi país, amo a mi pueblo.
Y avanzando hacia él uno de ellos, con el cuello tenso, los ojos inyectados, fijándole una mirada cargada de odio, se quita su gorro rojo para ponérselo al mismo Rey.
El calor era sofocante. Entre las gentes que atiborraban la sala, se escuchaban los choques de los vasos y las botellas. Hicieron que el Rey bebiera a la salud de la nación:
“¡El Rey bebe...!”
Y el furor del pueblo se torna en buen humor.
Mientras en las habitaciones del Delfín Luis Carlos, se encontraba junto con la Duquesa de Luynes, la Princesa de Lamballe y el Duque de Choiseul, la Reina que temblaba de miedo por la vida de su marido. Ella insistía en que la dejaran salir para estar con él. Le dijeron que ella se expondría a una muerte segura. Ella decía: "¿Que puedo perder? Lo peor es que me maten. Mi deber me llama"
En este momento, aparecieron unos granaderos de los Hijos de Santo Tomás, que quedaban leales a su príncipe. Hicieron salir a la Reina, a Madame Royale y al Delfín a la sala del Consejo.
Poco después, desbaratando la puerta a hachazos, entraron los insurgentes.
Los granaderos colocaron al frente de María Antonieta y sus hijos, la mesa grande alrededor de la cual los ministros solían sesionar. La reina contempla sus caras lívidas, sus figuras rojas de sangre, los puños extendidos: una masa humana en ebullición, de la que a ella y sus hijos las separa una mesa solamente. “La reina está firme de pie, escriben Edmond et Jules de Goncourt, Madame Royale a su derecha, se abraza contra ella. El Delfín, abriendo sus grandes ojos como el niño que es, está a su izquierda. Los hombres, las mujeres, las picas, los gritos, los insultos, todo se vuelve contra la Reina. Uno de estos caníbales, muestra un puñado de papeles con la leyenda: “Para María Antonieta”. Otro le acerca colgando de una percha una muñeca. Otro, con sus ojos sobre la Reina que no baja la mirada jamás, adelanta un pedazo de carne en forma de corazón que sangra sobre una plancha”.
De forma brutal les colocan un gorro rojo a la Reina y a su hijo. Las mujeres ebrias le escupen al Delfín en su rostro sus vómitos ante lo cual Maria Antonieta sintió tanta vergüenza que se sonrojó. Ella dice con voz tranquila:
“¿Me habían visto ustedes alguna vez? ¿Qué mal les he hecho? Los han engañado: Yo soy Francesa. Yo me considero orgullosa cuando ustedes me quieren”.
Al escuchar esta voz dulce y triste, al ver esa mirada triste y bella, como una calma que sigue a la tempestad, el furor desaparece. La piedad se apodera de los corazones. La humanidad recobrar su imperio sobre la gente del pueblo, embrutecidos por el alcohol, llenos de calumnias. Aquellos que vomitaban sus iras a gritos, quedan silenciosos y sienten correr sus lágrimas por sus rostros:
“Estas mujeres están ebrias, grita el cervecero Santerre.
El eleva los hombros y se acerca a la mesa, donde él se recarga sobre los codos con una risa nerviosa. Pero he aquí que sus labios se cierran, pues a su vez, la Reina lo mira profundamente. El balbucea. ¿Será que también esta muy ebrio? El balbucea. Y conteniéndose dice: “¡Quítenle el gorro a este niño” volviéndose al Pequeño Delfín, “¿No ven qué calor tiene?”
Al siguiente día, en la toma de armas del Palacio, le dirá a su madre:
“Maman, est-ce que hier n’e pas fini?” – “¿Mamá es que todavía es ayer?”
María Antonieta, presa de la angustia, lloraba y exclamaba: “Me matarán. ¿Qué será de mis hijos?”
La reina más tarde escribiría al conde de Mercy-Argenteau:
“Usted conoce ya los eventos del 20 de junio, nuestra posición cada día se pone peor. No hay más que violencia y rabia por un lado, debilidad e inercia por el otro. No se puede contar con la Guardia Nacional ni con el ejército”.
En la Asamblea Nacional, un Vergniaud, un Brissot se levantan con violencia atacando lo que que llaman “las traiciones de la Corte” afirmando que la reina había sido la instigadora. “Una reina perversa, gritaba Marat, fanática de un rey imbécil, y lleva a sus lobeznos a la tiranía”.
Son las mismas ventanas de las Tullerías, sobre esta terraza des Feuillants donde, durante todo el siglo 18, se estuvieron reuniendo los más famosos novelistas, dando la opinión del día, los grupos hostiles con sus peroratas interrumpen las discusiones para gritar amenazas que vienen a herir los oídos de la Reina. Alla se colocan los vendedores que traen estampas inmundas que presentan a la Reina María Antonieta en escenas repugnantes. Ellos gritan los encabezados de los panfletos con todo el lodo que le lanzan encima la Reina, a pesar de su firmeza y su resignación, es obligada a retirarse al interior de sus apartamentos. Después, por momentos, ella recobra el valor. Ella quiere ir al jardín mismo, entre esta gente caminar y decirles:
“Yo les diré que los amo, murmura, les diré que yo soy Francesa... no seré yo Francesa, ¡Yo, la madre de un Delfín!”
Después ella se retira a la pieza donde ella camina con paso afiebrado. Ella quisiera reencontrar sus ilusiones perdidas. Ella se siente impotente. Que podrá la voz de una mujer lanzada a la tempestad? La calumnia con cien mil voces puede sofocar la voz de ella, tiene a los órganos de la prensa, tiene a los griteríos de los clubs, tiene los rumores de los novelistas, y tiene al tribunal de la Asamblea.
-Continuaremos con el Segundo Asalto al Palacio de las Tullerías – Agosto 10, 1792.
Nota: Entre los muchos conspiradores y traidores se encontraba el Alcalde de París, un tal Jerôme Pétion de Villeneuve, que facilitó con mucho gusto la entrada de la chusma al Palacio y permitió que la turbamulta insultara a los reyes y príncipes. Comenzó como diputado en los Estados Generales y atacó abiertamente a la Reina y a la Monarquía, pero como sucede casi siempre entre pillos y traidores, cayó de la gracia de sus compinches al perderlo su vanidad y ponerse a las patadas con el entonces poderosísimo sanguinario Carnicero de Arras, Robespierre, que lo acusó de saber y ocultar el proyecto de traición de Dumoriez. Al saberse declarado fuera de la ley en junio 2 de 1793 (casi un año después de su asqueroso papel en los eventos de junio 20,1792) huyó a Caen y comenzó a instigar una insurrección contra la Convención, fallando ésta, anduvo a salto de mata, ocultándose y justo un mes antes de la caída de Robespierre, sus compañeros proscritos, se dispersaron, terminando varios hechos prisioneros, otro decapitado y el cuerpo de su compañero Buzot y del mismo Pétion que se habían suicidado, fueron encontrados en un campo cerca de Saint Emilion, medio comidos por los lobos no sin antes haber expresado que se arrepentía enormemente de sus viles actos en contra de la Familia Real y su conciencia no lo dejaba en paz, quienes lo vieron días antes de su muerte aseguraron que este traidor había perdido la razón.
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